miércoles, 31 de marzo de 2010

Religion

- I may be coming to work this sunday
- But, Sunday is a hollyday, right? A Holly Day
- Yeah, Suni. But I'm not a catholic
- But... but, you brought Easter Eggs for everybody
_ Suni, let's see if we understand each other... Chocolate is my religion

jueves, 11 de junio de 2009

Conversaciones gallegas

Los viajes son oportunidades para, entre otras cosas, aprender; aprender acerca de otras culturas, de nosotros mismos, acerca de diferentes formas de pensar y de nuestros prejuicios también.
Paseando por la “Madre Patria” allá en el viejo continente, me puse a pensar acerca de nuestra costumbre de tachar de gallego a cualquier habitante de España, sin discriminar entre vascos, catalanes, castellanos, aragoneses, etc. A ellos sí que les molesta. Tanto, supongo yo, como si se llamara guaraníes a todos los pueblos originarios del país: mapuches, onas, quilmes, comechigones…
Después de escuchar a varios españoles explicarme que ellos no son gallegos, sino madrileños, catalanes, aragoneses, castellanos, etc.; ya casi estaba convencida de que nuestro indiscriminado uso del término gallego como adjetivo era barbárico, ignorante, degradante, decadente…
Sin embargo, viajando en un bus Barcelona – Zaragoza (de Cataluña a Aragón, sin pasar ni por asomo por Galicia) me convencí de que ser gallego es una forma de vivir ampliamente distribuida en España.
Pero ojo, no gallego como original de Galicia. He de decir, que “gallego” ha dejado de ser un gentilicio para la cultura popular argentina. Así como la palabra mate denomina una bebida, una planta, y un recipiente, la palabra gallego, denomina una forma de vida, de pensar, de actuar y de razonar…

Zara, una muchacha muy “guapa”; pelo corto, ojos claros, tres lunares, sonrisa fácil; sube al “autobuz” con un grupo de ocho personas, vestidos de turista y siempre con un grito atorado en la garganta que parece no pueden evitar sacarlo a colación. Ellos tienen los asientos 11 al 19; desgraciadamente, yo tengo el 14...

– ¿Estamos todos? – pregunta Zara.
– Pues tío – contesta un gordito en remera roja – no lo sé. Yo sí estoy.
– Uno, dos, tres… – Zara empieza a contar como si coordinara un jardín de infantes o una colonia de vacaciones
– ¡Oye Zara! – interrumpe una mujer bajita, pelo rubio de pomo y los anteojos más feos que jamás he visto en la más perfecta sintonía con su remera marrón adornada con brillitos amarillos
– … cuatro. ¿Sí? – Zara la mira con una sonrisa que no se ha borrado de su cara desde que subió al micro
– ¿Crees que pasen una película?
– Pues, claro, tía! Para eso es esa pantalla. – Y empieza a contar de nuevo. – Uno, dos, tres…
– ¡Buenas! – saluda al grito un hombre relativamente alto, anteojos de sol de metrosexual y su remera de rugby abultando sobre su robusto cuerpo (aunque no precisamente de músculos).
– ¡Eh! – se escucha el grito colectivo de la gente viajando a mi alrededor. Por un minuto flaseé que todo el colectivo viajaba bajo la coordinación de Zara
– Al fin “haz llegao”, Javier – le sonríe Zara.

Javier barre con la mirada el grupo; me mira, detectando una intrusa, su mirada se detiene apreciativamente sobre mi pecho (¡Maldito calor que me obligó a ponerme una remera escotada!) y luego me mira a los ojos. Sonríe. El efecto no es muy halagador, es feo como el demonio y demasiado viejo para mí (o arruinado de mucha joda, ¿quién sabe?). Lo miro con mi mejor cara de “No estoy interesada, no me jodas, ni se te ocurra, dejá de mirarme las tetas” y vuelvo a concentrar mi atención en la televisión, que anuncia que la película del día será “Arturo y los minimoys”. Javier parece captar el mensaje y desvía su atención a Zara, quien ya parece acostumbrada a sus avances.
– Disculpen la demora, amigos – Javier sonríe de lado – me he entretenido en casa. – Dice, dando a entender que ha estado entretenido por una mujer. Dada la cantidad de mal disimuladas risas y ojos en blanco, asumo que nadie le cree.
– ¿Ya han llegado todos? – pregunta Javier una vez ubicado en su asiento
– Pues no lo sé, tío. Aún no he terminado de contar. Uno, dos, tres…
– ¡Joder, tío! – salta uno más atrás. Es definitivamente el más robusto. Debe entrenar a base de aceite de oliva, manteca y chocolate para ganarle a sus compañeros – Espero que pasen una buena película. ¿Tu crees que pasen una buena película, tío? – le pregunta al de la remera roja.
– Bueno, pues no sé si será buena, tío, pero ahí pone que darán “Arturo y los minimoys”.
– Ah, pues ya la he visto. Es una película muy guapa.
– ¿Es de ordenadores, no? – pregunta Javier, sonando enterado
– No, tío. Es de gnomos y tal
– Bueno, ya. Pero está hecha de ordenador, ¿no?
– Pues es de dibujos. Son unos dibujos muy guapos.
– ¿Y cómo están hechos los dibujos?
– Pues con ordenador, hombre. ¿Qué más?
– Estamos todos – sonríe Zara, quien al parecer a terminado de contar a sus discípulos. Un poco tarde dado que el micro hace un rato que está andando. – Ahora prestadme atención, por favor, les voy a pasar una hoja. Es un permiso que necesita el club para asesorarles en su imagen. – Eso explica varias cosas… – Si queréis que les podamos asesorar utilizando fotos deben autorizarnos a utilizar fotos. Aquí, en el contrato, deben firmar, poner su nombre, la flecha e indicar si autorizan o no la utilización de fotografías de vosotros. – Increíble como Zara puede dar una explicación tan larga y aburrida sin dejar de sonreír.
– ¿Qué es esto? – pregunta la rubia cuando le dan el papel

Oh. Por. Dios

– Es un contrato, guapa – contesta una pelirroja, tan natural como la rubia, entrando en la conversación. – Zarita la necesita para poder hacernos fotos.
– Ah! Claro – contesta la rubia
– ¡Qué este contrato está mal! ¡Hombre, joder! – dice Javier, con cara de entendido en contrato legal.

La sonrisa de Zara amenaza con desaparecer, pero no lo hace.

– ¿Qué dices, Javier? ¿Por qué?
– Está mal el código postal, pues. Aquí
– Ay, hombre! Tendremos que retar a Nestor, pues. – Contesta Zara tratando de disimular el tono de lo que supongo implica un sarcástico “que horror más garrafal”.
– ¿Qué hacemos con este papel, entonces? – pregunta Javier.
– Pues lo firmas, le pones tu nombre y la fecha y marcar aquí si autorizas o no el uso de las fotografías.
– Toma Zarita – una mujer más joven con el pelo atado y el maquillaje mal aplicado le entrega a Zara lo que parecen ser algunos contratos ya firmados.
– A mi no me “haz dao”, Zarita. – Dice la pelirroja desde atrás.
– Disculpa, toma – dice Zara mientras le entrega un papel y toma otro que le entrega la rubia. – Lo firmas, le pones tu nombre y la fecha y si autorizas o no, ¿vale, Nuria?
– Vale – asiente la rubia.
– Oye, Zarita – interviene la rubia nuevamente – ¿había que firmar?

Oh. Por. Dios

– Sí, Martita.
– Oh! Que yo no he “firmao”, sólo he puesto el nombre.
– Zara no contesta, pero le devuelve la hoja con su característica sonrisa.
– ¿Queréis? – dice el grandote pasando un paquete azul con la palabra Mentos en el costado.

El de remera roja mira el paquete como si le estuvieran convidando una sombrilla para el almuerzo.

– ¿Qué son?
– Hombre, son mentos
– ¿Son caramelos?
– Sí, pero son pastillas
– Vale, ¿tu quieres, Zara?
– ¿Qué cosa?
– Mentos, son como caramelos, pero son pastillas
– Vale, gracias
– ¡¡Joder, hombre!! – Grita el de remera roja cuando se pone las pastillas en la boca – ¡¡Son de menta!!

Oh. Por. Dios.

El de remera roja, un poco resentido con Javier por no avisar que los Mentos eran de menta, empieza a acariciar suavemente el brazo de la rubia, pasando sus dedos por la carne del hueco en la articulación del codo hacia arriba, pasando sus yemas por la grasita que cuelga en la parte superior y amenazando con hacerle cosquillas en la axila.
Martita suspira y cierra sus ojos, como entregada a la máxima sensualidad existente, cerrando sus sentidos a los gritos que la rodean.
La imagen de la tele cambia, pero no hay sonido. Me sorprendo, eso no pasa en Argentina, lo más normal es que en una película mala pasen el sonido a todo volumen, y en una buena, lo suficientemente alto como para que te moleste si no le das bola, pero lo suficientemente bajito como para no escuchar los diálogos. Sin embargo, inmediatamente detecto un dispositivo para enchufar auriculares. “Mierda”, pienso mientras imágenes de la indecente cantidad de auriculares que nos regalaron en el viaje anterior y que ahora descansan en la cómoda de la habitación de mi casa en Mardel pasan por mi mente. Imposible distraerse con Arturo en este viaje. (Por más de que el televisor está cerca, ni atino a esperar que pasen la película subtitulada, no se olviden que estamos en España)

­– Joder, tío. Ya ha “empezao” la película.
– No, todavía no; sólo es publicidad
– No se oye nada
– Pues ya le pondrán sonido cuando empiece la película
– Ya verán que es una película muy guapa. Aparece una princesita que es muy mona. – Acota el grandote por si alguno de sus compañeros no se había enterado de que ya la había visto
– Oye, no se escucha la película

Oh. Por. Dios.

– ¿Le subirán el volumen?
– Por ahí se ha roto
– ¿Cómo hacemos para escuchar la película? – pregunta la chica más joven al chofer que está relativamente cerca de ella
– Pues pides los cascos en boletería
– Hay que pedir los cascos en boletería – repite la chica como si el vozarrón del chofer no fuera lo suficientemente fuerte como para hacerse escuchar en todo el colectivo.

Como no veo la utilidad de cascos en este caso, asumo que hablan de auriculares.

– ¡Oye, Zara! No hemos pedido los cascos
– Oh! – dice Zara – ¿Nadie tiene una radio o unos auriculares?

Oh. Por. Dios

– No. Tenemos que pedirlos a la vuelta
– Mira, mira – dice el grandote señalando la pantalla a nadie en particular – Aquí es donde Arturo baja al mundo de los minimoys. Os dije que era una película muy guapa.
– ¿Tenés cascos, Carlos? – le pregunta la rubia mientras el de remera roja la sigue acariciando
– No, Martita. Es que ya la he visto
– ¿Qué has visto?
– La peli. Mira, esa es la princesa. ¿Verdad que es muy majita?
– Hmmm – responde la rubia cuando la mano del flaco en remera roja se acerca peligrosamente a su escote

Oh. Por. Dios.

– ¡Joder, hombre! Esperen a llegar – ríe Javier por lo bajo. Ninguno de los dos parece escuchar el dejo de celos en su voz.
– ¿Creéis que tengan tele en el hotel? – pregunta la rubia desconcertando momentáneamente al que la acaricia. – Si tienen tele, esta noche miraré “Rambo”.

WHATS!!!???

– Ja – dice el de remera roja, bajito, al de al lado – esta noche Rambo voy a ser yo. Martita mañana no sabrá ni su nombre.

Javier mira a Martita, los celos en su cara más claros que el agua. No celos por ella, asumo, sino por lo que representa. Me pregunto cuánto hace que Javier no la pone.

– ¡Oye, Zarita! ¿Falta mucho?
– Pues creo que sí, Nuria. Recién hemos “salío”.

Oh. Por. Dios.

– Oye, Zarita
– ¿Sí, Rubén?
– ¿Qué hago con este papel? ¡¿Y por qué no se escucha la película?!

OH. POR. DIOS…

Lo lamento si lastimo susceptibilidades, pero ¡Dios mío! Qué gallegada… Me pregunto si podré cambiarme de lugar…

martes, 12 de mayo de 2009

¿Amenas? interrumpciones

Dado que la coordinadora del blog se encuentra momentaneamente impedida de subir conversaciones (más que nada porque hace bastante que no sostiene una conversación que valga la pena subir), la hermana menor ha decidido hacer su aporte...
Con ustedes... ¡ANDREA!


Siempre hay gente muy colgada que te interrumpe cuando estas en medio de un discurso o en una charla cuando contás una historia, pero se pueden clasificar de dos maneras:

El molesto que te interrumpe en la mejor parte, preguntando una cosa que estabas a punto de decir:

– … y este tipo nos chocó de atrás mientras estábamos en los despertadores; y bueno, él iba a 130 km/h , y nosotros a 80 km/h. Teníamos un cagaso que ni te imaginas, y algunos se quejaban por algunos dolores que tenían…
– ¡¿PERO QUE PASO?! No los llevaron al hospital?
– (algo molesta) estaba a punto de explicarlo ahora,
– Esta muy mal interrumpir che, hay que dejarla terminar
– mmams NA pitota, no digo nada mas

El que no te importa lo que diga al interrumpirte, ya que te hace reír un rato:

– Y nos fuimos a un banco para tratar de charlas sobre lo que sucedió, estábamos incómodos para…
– ¿Cómo era el banco?

Algunas veces me molesta mucho cuando mi padre me interrumpe en medio de una anécdota, pero cuando me interrumpe mi prima, es muy gracioso, y nos da un ataque de alegría y risas en familia. Ahora le toca a la “hermanita” escribir una de las amenas conversaciones que tubo mi hermana mayor.
Te quiero mucho Anita.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Ameniedades

El otro día estaba en el subte, iba a Constitución a tomarme el tren a Quilmes y venía de Retiro a donde había ido a buscar mi Tesis, ya que madre la había impreso y anillado en Mar del Plata, para abaratar costos.
Cuestión, venía yo con una cara de felicidad increíble porque tenía mi tesis en la mochila, porque ya no tenía que seguir estando despierta hasta las cinco de la mañana chamuyando boludeces, ni inventando condiciones de experimentación, ni explicando resultados inexplicables cuando un señor que tendría unos 60 años, se sienta a mi lado en el subte…

– ¡Qué pilla, nena! Te hiciste la rata… Faltaste al colegio…

En ese momento, yo pensé…

Estoy en el subte con mi Tesis de Licenciatura en la mochila, con la posibilidad de tener el título desde hace tres meses (no lo pedí para poder presentar la Tesis) y este señor me trata de pendeja, me da 17 años, ¡o menos!. TENGO 22 AÑOS!!! EN CUATRO MESES, 23.

Sin embargo, lo que salió de mi boca fue

A – No, señor. Voy a la Universidad

Con lo que el señor debe haber pensado, ah, tiene 18… porque dijo

S – Es que tenés cara de nena
A – Y sí...

En fin, por eso he organizado la encuesta de la derecha, por favor contesten porque me muero de ganas de saber la respuesta, sé que no es la mejor foto, pero es actual (es de este verano).

sábado, 2 de agosto de 2008

Dulce comida familiar

Mamá – ¿Qué quieren comer?

Yo – Yo quiero arroz, con cebolla, como hacés vos.

Mamá – No, eso a la noche

Yo – ¿Para qué me preguntás, entonces, qué quiero comer?

Mamá – Para qué me digas… dale, ¿Qué querés comer? Que no sea arroz. Voy a hacer ensalada de tomate y lechuga. Un poco de zanahoria, y abro una lata de pototas…

Yo – Pero, Ma… Bueno, ¿entre que puedo elegir, entonces…?

Papá – Hoy toca pollo o pescado

Yo – Bueno, ustedes coman carne, yo quiero milanesa de soja. Lucía seguro que tiene.

Mamá – No, vas a comer pescado porque seguro que hace un montón que no comés.

Yo – Mamáaaaaa, yo quiero milanesa de soja, no me preguntes que vamos a comer si al final vas a hacer lo que vos querés.

Mamá – Bueno, puse pescado como para un batallón, en un rato van a estar. Lu, ¿vos que vas a comer?

Lu – ¿Qué hay?

Mamá – Pescado. ¿Querés milanesas de soja?

¿Me están jodiendo?

Lu – Ehhh, y sí. Tengo mucho hambre…

Mamá – Bueno, la pongo cuando estén los pescados porque lleva menos tiempo.

Mamá – ¡¡¡YA ESTÁ LA COMIDA!!! ¡¡¡VENGAN A COMEEEEER!!!

Yo – Bueno, como pescado. Pero después no me digas que no hay más, como todo el pescado que quiero.

Mamá – Acá está tu pescado; Marcelo, está tu sopa; Lu, tu hamburguesa.

Papá – Gracias.

Lu – ¿Vamos a apagar la tele? ¿Dónde esta la nona? ¿Hamburguesa? ¡Yo quería milanesas!

Papá – Ya termina

Yo – La nona se fue a acostar, estaba muy cansada.

Mamá – ¿Milanesas? Bueno, te hice una hamburguesa es lo mismo

Lu – ¿Una sola hamburguesa?

Mamá – Y sí. Qué pretendés, ¿dos?

Lu – ¿Vos te conformarías con una hamburguesa?

Mamá – Yo siempre me conformo con una, y a veces con nada, porque Elvira hace comida para dos en una casa de cinco y yo siempre llego tarde

Lu – Ufa, ¿vas a apagar, Papá?

Papá – Si, ya termina

Yo – No puedo comer este pescado. Tiene azúcar.

Mamá – Ana no digas boludeces, ¿cómo va a tener azúcar?

Yo – Sí, Ma. Vas a ver, probalo, tiene azucar.

Mamá – El mío no tiene azúcar

Yo – Esto es incomible, no puedo comer esto.

Mamá – Anita, pero que no tiene azúcar te digo

Andre – ¿A ver? El mío también tiene azúcar

Lu – ¿Qué estás viendo, pa? ¿Cuándo termina?

Papá – TE DIJE QUE YA TERMINA! No te desubiques por favor

Mamá – En realidad, Marcelo, Lucía tiene razón siempre comemos sin tele

Papá – ¿Qué querés? ¿QUERÉS QUE NO VEA EL FINAL? ¿ESO QUERÉS?

Andre – …

Yo – …

Lu – …

Mamá – …

Papá – DECILO, DALE. ¿ESO QUERÉS?

Mamá – ¿QUERÉS QUE DIGA QUE NO QUIERO QUE VEAS EL FINAL? NO LO VOY A DECIR.

Papá – Bueno, entonces dejenme ver tranquilo el final...

Mamá – Ana, ¿por qué no comés?

Yo – Porque el pescado esta asqueroso, tiene azúcar...

Mamá – Que no puede ser...

Yo – Mirá, probá el mío

Mamá – Es verdad. ¿Cómo puede ser? ¿Le pusiste azúcar? Comete el mío, tomá

Yo – El tuyo también tiene gusto a azúcar, no tan fuerte pero está ahí

Papá – (Mientras condimenta el pescado) ¿Qué puede ser?

Yo – ¿Te lo vas a comer?

Papá – Y sí, que le voy a ser, no es para tanto tampoco…

WHAT’S????

Yo – Los habrá preparado Elvira con azúcar

Mamá – Nooo, no va ser tan tarada

Papá – Además, el otro día comimos el resto del pescado y estaba bien

Lu – ¿Puede ser que mi hamburguesa también tenga azúcar?

Papá – Entonces es de la fuente.

Andre – ¿Me puedo terminar las pototas?

Mamá – Yo todavía no las empecé, pero bueno, comelas. Abrimos otra lata. Yo preparo más tomate.

Lu – Yo tengo hambre, todavía. Y eso que me comí mi hamburguesa con azúcar.

Mamá – ¿Querés una milanesa de soja?

Lu – No

Yo – Yo sí

Lu – Pero son mías

Yo – Pero yo tengo hambre también.

Lu – Bueno

Mamá – Te hago una, Ana

Lu – Hacele dos

Andre – Yo también quiero, me gustan

Mamá – No Andre a vos te hago una hamburguesa

Andre – ¿De soja?

Mamá – De carne

Lu – Papá, hace 45 minutos que iba a terminar eso

Papá – Y bueno, es que le ponen propaganda, ¿qué querés que le haga?, no es mi culpa que sean tan largas

Lu – Bueno, pero podrías fijarte en la revista cuando la repiten.

Papá – La dieron ayer, y no la vi porque estaba viendo otra cosa.

Lu – Vos ves demasiada televisión

Papá – ¿Qué?

Lu – Sí. Lei que una persona promedio mira cuatro horas de televisión por día, y vos cumplís toda la cuota y perdés tiempo que podrías usar en otra cosa y encima después te quejás de que estás cansado.

Mamá – Ya sé que pasó con el pescado. ¡Qué boluda!

Yo – ¿Qué pasó?

Mamá – Qué esto no es aceite

Lu – ¡¡¡Es edulcorante!!! ¡¡¡Qué asco!!!

Papá – ¿Qué pasó?

Mamá – Que me dí cuenta recién que le puse edulcorante en vez de aceite a la asadera, ¿cómo me voy a confundir así? Las consistencias son diferentes, ¿cómo no me di cuenta?

Papá – ¿Le pusiste mucho?

Mamá – Y… como para pintar toda la asadera ¿qué te parece?

Papá – Bggg

Lu – Tengo hambre...

Yo – Comete una de las milanesas de soja

Lu – Si mamá puso una sola…

Yo – ¿No puso dos?

Lu – No, yo le dije que pusiera dos y ella dijo que no

Mamá – Primero, no dije nada; y segundo, puse dos...

Lu – Pero una tiene edulcorante, ¡qué asco!

Mamá – Noooo, la lavé. Tomen, chicas, coman Milanesa de soja...

Lu – Que fea…

Yo – Es de pollo

Mamá – ¿Cómo va a ser de pollo?

Yo – Tiene gusto a pollo

Lu – Y re parece de pollo

Mamá – La caja dice milanesa de soja

Yo – Ah, es verdad, no es de pollo, sólo parece

Lu – Tiene mucho rebozado, es por eso, que feo

Yo – Bueno, damela. Yo me la como.

Lu – ¡No! Tengo hambre

Mamá – ¿No terminó la película todavía?

Nona – Buenas

Papá – NO

Nona – ¿Y el pescado?

Lu – Tomá Anita, no quiero más milanesa de soja…

En fin, nada como un viajecito a casa para conseguir material fresco para el blog

martes, 17 de junio de 2008

Finalidades

El jueves me recibo.
¿En serio, Anita?
Ajá...
¿Con qué materia?
Biotecnología y Sociedad.
¿En qué aula?
En la 42
¿A qué hora?
Y, el enchastre será tipo 7 y media, 8...
¿Y después?
Después voy a llevar comida, ahí enfrente del área, para festejar.
Ay, que lindo... ¿y cómo te sentís?

(nerviosa, ansiosa, cansada, feliz, impaciente, loca, molestosa, preocupada, indiferente, agotada, perturbada, angustiada, libre, tensa, triste, inmerecedora, perpleja, radiante, alterada, frenética, fastidiada, contenta, impasible, acongojada, anhelante, vacilante, fluctuante, alegre, indecisa)

Igual...

San Rivotril...
Y sí gente, me recibo el jueves, igual el título de Lic. en Biotecnología lo pediré cuando termine mi tesis no obligatoria...

domingo, 25 de mayo de 2008

Que acompañantes evitar cuando ves una película en tu casa

El que se pierde y te pregunta todo


– ¿Qué le dijo?

– Que va a volver más tarde

– ¿Y por qué?

– Porque se va con el amante, ¿te acordás?

– Ahh, sí. Cierto. Pero, ¿no era para el día anterior eso?

– No, eso fue la otra escena, que relataba la historia de la madre, esta es la historia actual, son dos historias, la de la madre y la de la hija. ¿Te acordás?

– Ahh, cierto. Es que cómo es la misma actriz, se me confunden.

– Mamá, lo que está en blanco y negro pasa en el pasado

– Ahh, claro. ¿Y ahora qué le dijo?


El que ya la vio


– Mirá esta parte, es genial. El director es un genio, con esta escena te cuenta toda la película.

– Pero es una escena.

– Sí, pero ahí vez, cuando levanta esa ramita. Ahí te dice que se va a morir en un bosque

– ¿Se muere?

– Y sí, nena. ¿No te das cuenta? Te lo dice en esta escena. Ahí, que se cae. ¿Ves? Ahí te dijo todo.

– Claaaaaro.

– Cuando la veas de nuevo, vas a entender, estas películas tenés que verlas varias veces para entender cada escena. Ahhh, no. Mirá esto!!! Esta es la parte que le declara su amor a la chica, escucha lo que le dice, porque es re importante, si no no vas a entender el final.

– Bueno, está bien… ¿Eso es lo importante? ¿Que la seguiría al otro mundo?

– No, eso no, cuando le dice… ahora viene, escuchá… (repite sobre la película) “ Ellos nunca comprenderán”. Esta película es una obra de arte, prestá atención porque es imperdible. Nooo, la parte que viene ahora es la mejor de todas, cuando él recuerda la guerra, fijate que…


El que no entiende que esta pasando y te pregunta todo sin recordar que vos estás viendo lo mismo que él.


– Pero, no entiendo. ¿Por qué se va en avión?

– No sé

– ¿Y esos tipos vestidos de negro quiénes son?

– No sé

– ¿Esos bichos azules de dónde salieron?

– No sé

– ¿Y esa quién es?

– No sé

– ¿Por qué está abriendo la valija, que está buscando?

– No sé

– Perá un cacho, ¿dónde dejó la pistola que tenía en la mano?

– No sé

– ¿Para qué quiere el cuchillo si tenía la pistola?

– No sé

– ¿A donde va ahora?

– No sé

– No entiendo nada de esta película

– ¿Y si la mirás en vez de preguntarme todo lo que pasa?

– Ay, bueno. Perdoná… ¿Por qué tira el chocolate y se queda con la cubierta metálica? ¿Va a hacer una bomba?

– No sé

– Pero, no puede hacer una bomba. ¿De dónde va a sacar los explosivos?

– No sé

– ¿Y ahora qué hace?


El que la agarró empezada


– ¿Qué están viendo?

– Una película

– ¿Qué película?

– Esta

– ¿De qué se trata?

– De unas personas, dejame ver la pelí por favor

– ¿Y ese quién es?

– El protagonista

– Ah, ¿es abogado?

– No, no es abogado, ¿podemos ver la película?

– Es que parece abogado, que se yo. ¿Por qué anda con un maletín?

– Porque sí, tiene cosas que llevar de un lado a otro. Si vas a ver la película sentate y callate, por favor.

– Bueno, que carácter. ¿Y esa quién es?

– La chica

– ¿Es la novia del abogado?

– ¡¡¡No es abogado!!! Esa es la vecina que esta enamorada de él, pero piensa que el está casado

– ¿Por?

– PORQUE SÍ

– ¿Por qué está tan apurado? ¿Llega tarde a la corte?

– Sí, papá. El abogado llega tarde a la corte, sí…


Dicen los que saben que a veces es mejor estar solo que mal acompañado. Yo creo que eso es particularmente imprtante cuando ves una película, ya sea una obra de arte o una de Hallmark...

martes, 15 de abril de 2008

Cualquier semejanza con la realidad (no) es pura coincidencia

Cosme y Fulanita son una pareja. Viven juntos desde hace unos años. Tienen una amiga, Almendra, que usualmente los visita.

Cosme y Fulanita tienen muchas costumbres, entre ellas, la de hablar “cariñosamente” entre ellos de forma bastante periódica. Almendra, a quien conozco personalmente y es asidua lectora de este (des)prestigioso blog, me ha comentado varias conversaciones que ha escuchado entre Cosme y Fulanita a lo largo de su amistad. Algunas me han resultado muy graciosas y he decidido publicar algunas conversaciones de Cosme y Fulanita, siempre y cuando Almendra pueda pasármelas. He aquí la primera, tal cual me la pasó ella. No sé cuantas podré publicar sobre esta graciosa pareja, porque Almendra está muy ocupada y no se le hace fácil escribir las conversaciones para pasármelas. Pero bueno, se hace lo que se puede... (Almendra, todo bien con vos igual, ¿eh?)


Aclaración: todos los apelativos amorosos deben leerse con intención sarcástica.


– Mi amor, sacá la cabeza de la máquina dos segundos y saludá. Tenemos visita.

– Hola, Almendra. ¿Cómo andás?

– Bien, Cosme ¿y vos?

– Bien.

– Estuvo todo el día así, ¿a vos te parece, Almendra? No suelta a la amante ni de casualidad. No es que no lavé los platos, es que cociné yo y los platos le tocaban lavarlos a él.

– Ay! Fulanita, no tenés que disculparte, por favor. Es tu casa, a mí no me molesta que estén los platos sin lavar.

– No, bueno, pero a mí sí. Te dije que los lavaras, bebé. Y no soltaste la “noutbuk” desde el almuerzo…

– Sí, mi amor después los lavo.

– ¿Ves? Siempre dice lo mismo y nunca los lava…

– (Me mirá con sonrisa de niño que siempre se sale con la suya) Je.

– (Suspira) ¿Tomamos un té? ¿Querés, Almendra?

– Dale.

– Cosme, mi amor, ¿Querés té vos también?

– Sí, pero ponele té rojo y negro. Más rojo que negro

– (Me mira con cara de impaciencia) Ya sé. Ya me lo dijiste mil veces, ya entendí…

– Bueno, pero la otra vez no te dije y te olvidaste…

– Mentira!!! ¿Cuándo me olvidé? ¡Si siempre te hago el té como vos decís!

– (Me mira con cara de impaciencia) Siempre es primero “¡¡¡Mentira!!!”. Después cuando yo tengo razón, no me dice “Ay, cierto tenías razón”. Almendra estaba. ¿O no Almendra, que se olvidó y quedó raro el té? Y también te olvidaste, la vez que hiciste café, de ponerle más porque cambiaste la marca y te quedó aguado. ¿O no, Almendra? Eso te pasa por comprar todo marca “Día”

– Estaba rico igual el café…


Mi aclaración pasa desapercibida


– Bueno, Cosme. Si tan mal hago el té, hacelo vos. Ya que te sale tan bien…

– Lo único que me falta, ¿también querés que te haga el té?

– ¿”TAMBIÉN”? Si acá hago todo yo, vos ni siquiera lavaste los platos y te tocaba a vos porque yo cociné!!

– ¿Vos cocinaste? Ah! Bueno. ¿Vos ves como es esto, no Almendra? Yo prendí el horno porque ella es una enferma y no lo toca, porque no sé, por ahí le explota o algo, rallé tres kilos de zanahoria, piqué la cebolla y el ajo, pelé y corté las papas... Pero ella puso todo en una sartén, y la que cocinó fue ella… Y encima se olvidó de ponerle sal.

– No me olvidé, no me gusta con tanta sal, si le podés poner después.

– (Por lo bajo y a mí) Mentira, se olvidó.


Yo me río, Fulanita hace como que no escuchó, porque es verdad que se olvidó. Yo no digo nada, (alianza de género) pero me sigo riendo. Parece como si se estuvieran peleando, pero después de tantos años ya entendí que así se comunican. Parecen una “sit-com”.


– Ya está el té. Cosme, podés sacar la máquina de la mesa. Ya te dije que no me gusta que esté la máquina ahí cuando comemos

– Y yo ya te dije que si la muevo, se desconecta de Internet y después hay que volver a conectarla. La máquina se queda acá, y punto

– Nooo, dale mi amor. Sacala. Después la volvés a conectar, no es tan complicado

– No. ¿Adonde querés que la ponga? Este es el lugar de la máquina.

– La ponés ahí, en el baiú

– No puedo, queda muy alto y se desconecta y no podemos escuchar música.


Fulanita lo mira con una cara que encierra una amenaza. Es una amenaza muda, no sé de qué se trata pero debe ser importante…


– Bueno, la pongo en el baiú. Pero mañana voy y compró la mesita para la compu…

– Ay no, Cosme. Este loco quiere comprar una mesita para la compu, ¿a vos te parece, Almendra?

– (Con un poco de miedo) En realidad no entiendo el problema.

– Es que es roja, ¡¡quiere comprar una mesita roja!!

– ¿Y por qué querés una roja, Cosme?

– No es que la quiera roja, es que la que tienen ES roja. No es mi culpa, ¿Qué le voy a hacer?

– Bueno, igual no importa. Ahora sacás la máquina de la mesa, por favor, así tomamos el té. Se va a enfriar, no te va a gustar y te lo vas a tener que tomar igual, porque va a ser tu culpa si se enfría el té porque si no sacás la máquina no lo tomamos. A vos te lo caliento en el microondas, Almendra, no te preocupes.

– Ah! ¿Y a mí no me lo calentás en el microondas? ¿Qué tiene Almendra, coronita?

– No, ella es la visita…


Se imaginarán que después de dos o tres conversaciones como estas yo muy visita, visita, como quien dice VISITA… no me siento…


– … y además no es ella la que tiene que sacar la máquina de la mesa. LA SACÁS DE LA MESA, YA!

– No

– (Con tono serio y voz tembleque que te hace dudar de si es una afectación o si va en serio) Me vas a hacer enojar en serio, Cosme. Sacala por favor.

– (Con un dejo de triunfo en su mirada) No, la máquina se queda.

– Ahí está, listo. Gracias, ¿eh? Ya lo lograste, me hiciste enojar. Ya me enojé, listo ¿Ya estás contento?

– (Poniendo la máquina en el baiú y con tono de capricho) Mañana voy a comprar la mesita roja para la compu.

– (Como quien ya ha escuchado miles de amenazas vacías) Sí, mi amor está bien. Comprá dos si querés. Gracias.

– …

– …

– …

– (Como quien acaba de comentar el clima) Cosme, ¿podés servir el té, por favor? Yo no puedo por la muñeca (Fulanita tiene tendinitis).


Cosme sirve el té. Lo tomamos, charlamos, nos reímos. Eventualmente me vuelvo a casa y los dejo: Cosme jugando al Winning Eleven en la computadora de la habitación, Fulanita lavando los platos (los del almuerzo y también todos los que usamos para tomar el té) mientras piensa una comida para la cena. Una que probablemente “preparará” Cosme.

Cuando se sienten a cenar, probablemente él le diga: “Te salió rica la comida, dejá que después los platos los lavo yo” Después de eso, si los lava o no, a Fulanita no va a importarle (bueno, no demasiado)…

"Los nombres de los personajes fueron cambiados para proteger la identidad de las personas involucradas" ¡¡¡Uy no!!! Perdón, tenía que decir: "Esta es una historia de ficción, cualquier semejanza con la realidad..."

Escrito por Almendra para: Conversaciones (casi) reales de la vida cotidiana


N. de la R.: La redactora de este blog se somete a las condiciones impuestas para la divulgación de este material...